Uso del chupete y dentición
El uso del chupete genera una gran controversia. Tiene ventajas, pero también inconvenientes. Más allá de los dos años puede provocar, tal y como ha advertido la Sociedad Española de Ortodoncia (SEDO), que los caninos choquen entre sí y ambas filas no se cierren correctamente causando lo que se denomina “la mordida abierta”.
En los recién nacidos, por ejemplo, es mejor no usarlo ya que puede interferir en el establecimiento correcto de la lactancia. Una vez está establecida, al mes, sí se puede usar sin problema. Para los bebés que no toman pecho, que sólo toman mamadera, la recomendación del chupete cobra mayor importancia ya que previene el riesgo del Síndrome de Muerte Súbita del Lactante (MSL). Parece estar más demostrado cada día que su uso lo previene en gran medida.
Aunque no se conoce todavía el mecanismo de acción del chupete para prevenir la MSL parece que está relacionado con que el chupete aumenta los microdespertares, favorece que la lengua se mantenga en posición anterior, aumenta levemente los niveles de dióxido de carbono y el tomo muscular de la vía aérea. También hace incrementar la producción de inmunoglobina A (IgA), por la succión no nutritiva y su presencia en la boca impide la obstrucción total de la misma y nariz sobre el colchón, un taponamiento que originaría la muerte súbita.
En general todos los profesionales están de acuerdo en que el uso del chupete hasta los dos años representa más ventajas que desventajas. Es menos perjudicial que el hábito de chuparse el dedo o dormirse mientras toman la mamadera durante la llamada fase oral, porque se producen menos deformidades, sobre todo si el chupete es anatómico.
Del mismo modo, el chupete les ayuda a estimular el efecto de succión, ya que, a veces, cuando son muy pequeñitos o prematuros no tienen mucha fuerza para succionar y una forma de ayudarles es haciendo “gimnasia" con el chupete. Pero de ningún modo deberá mojarse el chupete en azúcar o miel para hacer que el niño calme su hambre.
Es a partir de los dos años, y más si se prolonga a los tres y cuatro, cuando el riesgo de trastornos bucales, asciende.
Cuando el niño succiona, la tetina del chupete está apoyada sobre el paladar. Este hábito provoca que se ralentice de forma considerable el desarrollo del hueso maxilar en su ancho y que derivará con los años en una asimetría facial. A nivel dentario, los dientes inferiores se vuelcan hacia dentro y los superiores inclinan hacia fuera llegando a provocar el aspecto típico de dientes de conejo. A su vez, si el tamaño del chupete en relación a la boca del bebé no es adecuado, potenciará que se puedan generar deformaciones. Si las maloclusiones no se corrigen de manera precoz, el niño puede desarrollar una maloclusión más grave y más difícil de corregirlas.
Por lo tanto, el uso de chupete es beneficioso sobre todo hasta el año de vida y también hasta los dos, pero no más allá de esa edad porque existe una fuerte asociación entre este hábito y la alteración en la posición de la lengua que puede dar lugar a malas mordidas.